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Por el Nilo

Vuelvo a Egipto. Y lo sigo haciendo con nostalgia. Ahora toca recordar una de las partes del viaje más exóticas, el crucero por el Nilo. Después de haber visitado El Cairo, una gran ciudad, iba con muchísimas ganas y emoción a difrutar de la segunda parte del viaje. Volamos a Luxor. Llegamos y todo es nuevo… genial, otra vez esa sensación de que no sabes a dónde mirar… esa sensación de que si pestañeas te pierdes algo… Por fuera del aeropuerto, un montón de taxistas y conductores esperan tumbados en el cesped a que vayan llegando los turistas. Algunos beben té, otros están sentados con la mirada perdida, también los hay que aprovechan para rezar. Muchos llevan la chilaba típica, otros no, la estampa es curiosa… podemos palpar que seguimos en Egipto.

Barco Royal Princess en el Nilo / Foto: Dácil Jiménez

Barco Royal Princess en el Nilo / Foto: Dácil Jiménez

Es de noche, llegamos al barco del crucero, el Royal Princess. Para llegar a él hay que atravesar otros cuatro o cinco barcos, es emocionante, vas viendo el vestíbulo de todos ellos y no dejas de preguntarte cuál será el tuyo. El corresponsal de la agencia se para y te invita a sentarte en los sillones de uno de los vestíbulos  mientras él gestiona todo lo relacionado con el alojamiento. Entonces te quedas mirando lo que hay a tu alrededor… en nuestro caso… un hall al más puro estilo Titanic, rococó donde los haya, con una lámpara gigante de velas y una escalera que no podemos dejar de mirar con ojos de… ¡hay que sacarle una foto ya! ¡Todo es de lo más kitsch! Y como bien decía Javi, uno de nuestros compañeros de viaje, así debe ser. Un crucero por el Nilo en una barco moderno y con decoración minimalista ¡es un sacrilegio! Lo suyo es vivirlo en un barco con este aire al de Muerte en el Nilo, la famosa novela de Agatha  Christie.

Vestíbulo del barco Royal Princess / Foto: Dácil Jiménez

Vestíbulo del barco Royal Princess / Foto: Dácil Jiménez

La primera noche el barco no zarpó, al día siguiente nos tocaba madrugón ( levantarse las 4:30 de la madrugada) para ir a visitar, a primera hora, el Valle de los Reyes. Es increible pensar que bajo esas colinas de piedra hay tanta historia y tan antigua. La visita te permite el acceso a tres tumbas, puedes elegirlas tú o dejarte aconsejar por el guía, la sensación cuando entras es increible. Los jeroglíficos se mantienen intactos en muchas de ellas, algunos incluso con color. Pero lo que, sin duda, te deja impresionado es ver a los obreros que continúan, a día de hoy, cavando en busca de más historia. En el Valle de los Reyes cada día se encuentra algo nuevo… esa sensación, descubrir cómo algo se deja ver entre la tierra, tiene que ser fascinante.

Obreros trabajando en el Valle de los Reyes / Foto: Ana B. González Carballal

Obreros trabajando en el Valle de los Reyes / Foto: Ana B. González Carballal

Tras esta visita, llegó la hora del maratón de templos. Visitamos Medina Habu, en la orilla occidental y Luxor y Karnak, en la oriental. Una sesión muy intensa pero que mereció la pena. A las 12:30 de la mañana vuelta al barco. En breve ¡zarpamos!

Orilla del Nilo / Foto: Dácil Jiménez

Orilla del Nilo / Foto: Dácil Jiménez

Recuerdo bien el momento en el que el barco empezó a moverse, fue una sensación extraña. Éstabamos los siete del grupo comiendo y, de pronto, notamos que el barco navegaba. La superficie del agua del río se veía a través de la ventana del comedor, estábamos en la planta baja. En ese momento,  la comida pasó a un segundo plano, todo el mundo quería subir a cubierta a disfrutar de las vistas… comenzaba nuestro crucero por el Nilo.

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