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Empire State Building: colas y luces

Uno no se puede ir de Nueva York sin hacer dos cosas, una es subir a lo alto de un rascacielos de día, la otra, hacer lo mismo pero de noche, en concreto, al atardecer. Nosotros elegimos el Empire State Building para esta última opción que se convirtió en toda una aventura.

Empire State Building, Manhattan, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

Empire State Building, Manhattan, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

Este edificio es, desde la caída de las Torres Gemelas en 2001, el más alto de Nueva York. Su construcción se remonta a los años 30, oficialmente se inauguró el 1 de mayo de 1931. Su apertura coincidió de lleno con la Gran Depresión en Estados Unidos, la famosa crisis del 29 provocó que las oficinas del edificio se quedaran vacías durante años. No había inquilinos ni empresarios dispuestos a invertir en el Empire, es por esto que comenzó a escucharse un nuevo nombre para el edificio, el Empty State Building, el «Vacío» State Building. La cosa cambió en los años 50 cuando una gran empresa inmobiliaria de Manhattan decidió hacerse con el edificio por una cifra record, 51 millones de dólares.

Vista desde la planta 86 del Empire State Building, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

Vista desde la planta 86 del Empire State Building, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

El Empire State Building guarda más cifras sorprendentes. Tiene 443 metros de altura, 6.500 ventanas, 73 ascensores, 113 kilómetros de cañerías, 760.000 metros de cable eléctrico y cerca de 9.000 grifos. Por otro lado, unos 21.ooo empleados trabajan cada día en el edificio, convirtiéndolo en el centro de oficinas más importante de Estados Unidos después del Pentágono. Pero a este edificio acceden, cada día, no sólo los que allí trabajan. Miles de turistas suben, en menos de un minuto por ascensor, a la plataforma de observación del piso 86.

Vista del edificio Chrysler desde el Empire State Building, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

Vista del edificio Chrysler desde el Empire State Building, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

La subida en ascensor es breve, muy breve. Pero antes, hay que advertirlo, hay que hacer las colas más largas que se hacen para acceder a cualquier punto turístico de la ciudad. Aun así, por supuesto, merece la pena. Y eso que, el mirador, al menos a esta hora, al anochecer, está repleto. Hay que hacer cola también para buscar un hueco desde el que observar la ciudad… un poco decepcionante, la verdad, pero claro, en cuanto lo encuentras, la vista impresiona tanto que te olvidas de las colas y la gente. Vuelvo a repetirlo, merece la pena. De nuevo, como en el Top of the Rock, te vuelves loco porque quieres hacer mil fotos pero lo mejor llega cuando dejas la cámara a un lado y te concentras en mirar a tu alrededor. Es fascinante. Luces por todas partes, esta ciudad no duerme, es una lámpara gigante.

Vista desde la planta 86 del Empire State Building, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

Vista desde la planta 86 del Empire State Building, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

En la planta 102 hay otro mirador, para acceder hay que pagar una cantidad adicional, no os puedo decir si merece la pena porque nosotros nos quedamos en la planta 86. Lo que sí hicimos, en la planta segunda y porque estaba incluido en nuestra entrada con el New York Pass (hablaré de él en otro post)  fue entrar al Skyride, está en la planta segunda y es un simulador de viaje en helicóptero por la ciudad. Está bien, te ríes y disfrutas de las vistas ahorrándote lo que te costaría el viaje en helicóptero real pero, porque estaba incluido en la entrada, si no, no pagaría por ello. Pero volvamos a la planta 86… ¡la aventura está a punto de comenzar!

Hacíamos cola para bajar, ya habíamos disfrutado de las vistas y estábamos ansiosos por ir a comer algo. La cola no avanza… es raro porque aquí suelen ir bastante rápido, pasan los minutos y nada, quietos.

El Empire State Building iluminado entre la niebla, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

El Empire State Building iluminado entre la niebla, Nueva York / Foto: Ana B. González Carballal

La gente empieza a inquietarse, la cola sigue sin moverse, llevamos casi media hora en el mismo sitio. Llegan los rumores… hay algún tipo de problema con los ascensores… ¡noooo! pongo la oreja y me entero de que lo que ocurre es que hay un problema con una cañería en no sé que piso y esto ha afectado a los ascensores. Están intentando solucionar el problema. ¡También es mala suerte! Nos toca esperar y esperar… finalmente nos van «evacuando» poco a poco, por grupos por las escaleras de incendios, de emergencias. ¡Increible! Tenemos que bajar andando desde la planta 80

Accediendo a las escaleras de incendios de la planta 80 del Empire State Building / Foto: Julián González

Accediendo a las escaleras de emergencia de la planta 80 del Empire State Building / Foto: Julián González

 hasta las 67. La cosa va despacio, con paradas incluidas entre una planta y otra en medio de las escaleras, un poco agobiante para claustrofóbicos o neuróticos, divertido y emocionante para aventureros. ¡Yo no me reí mucho porque soy más bien de lo primero! Pero ahora, desde casa, sana y salva, sí que me río. !En aquel momento sólo quería salir de allí lo antes posible! Llegamos a la planta 67 y allí teníamos que ir en busca de unos ascensores que no estaban afectados por la avería. Esos ya nos llevaban hasta la planta de la salida. Fin de la aventura en un edificio mítico de Nueva York que, cada día, ilumina su parte alta de una forma diferente con el fin de conmemorar distintas celebraciones.

 

Más información:

http://www.esbnyc.com/index2.cfm

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