Archivo diario: junio 2, 2009

Centro Comercial Esclusa de Esna

Durante el viaje en barco por el Nilo hay varios momentos de esos que nunca se olvidan. Uno de ellos es el paso por la esclusa de Esna. Nosotros partimos de Luxor pasado el mediodía y llegamos a la esclusa poco antes de que se pusiera el sol. Ese día nos había tocado madrugar un montón, a las 4:30 de la madrugada. Fuimos a ver el Valle de los Reyes, el templo de Luxor y el templo de Karnak. El madrugón era para evitar las horas en las que más pega el sol pero también porque el barco tenía que zarpar lo antes posible para pasar la esclusa. Sólo pasan dos barcos cada media hora.

Esclusa de Esna, Egipto / Foto: Dácil Jiménez

Esclusa de Esna, Egipto / Foto: Dácil Jiménez

Una esclusa es un compartimento, con puertas de entrada y salida, que se construye en un canal de navegación para que los barcos puedan pasar de un tramo a otro de diferente nivel. Para que esto sea posible se llena de agua o se vacía el espacio comprendido entre dichas puertas.

La esclusa de Esna es una de las más famosas. Por ella pasan un montón de barcos llenos de turistas. Éstos se colocan en fila, uno tras otro, a la espera de su turno para pasar. Mientras, los turistas disfrutan de la piscina, en cubierta, o de la siesta, en las habitaciones. Yo, como era mi primer día navegando, opté por irme directamente a la piscina justo después de comer. Quería aprovechar el tiempo en el barco, disfrutar de las vistas, tomar el sol… El caso es que no pasó mucho tiempo hasta que el calor, el cansancio y el sueño se apoderaron de mi cuerpo y no me quedó más remedio que trasladarme a la habitación y dejarme caer en la cama… un minuto y ya estaba en pleno momento siesta, dormida profundamente.

Vendedores acercándose a un crucero en la esclusa de Esna, Egipto / Foto: Ana B. González Carballal

Vendedores acercándose a un crucero en la esclusa de Esna, Egipto / Foto: Ana B. González Carballal

No sé cuanto tiempo pasó pero recuerdo perfectamente cómo fue el despertar de aquella primera siesta en el Royal Princess. Empecé a escuchar gritos, no sabía si estaba soñando o despierta… no entendía muy bien lo que oía… Daba vueltas en la cama intentando recuperar el sueño pero los gritos no cesaban… no me quedó más remedio que levantarme y mirar por la ventana para saber que ocurría…

«¡¡¡Amigo, amigo, amigo… compra, barato, ¿español? ¿italiano? compra amiga, barato!!!» Acabábamos de llegar al «Centro Comercial» de la esclusa de Esna 😉 Un montón de pequeñas barcas se acercaban a los cruceros que hacían cola para atravesar la esclusa. Los barqueros gritaban a los turistas que estaban asomados en la cubierta. Les lanzaban la ropa en bolsas de plástico para que éstos pudieran verla y comenzar así con el juego del regateo.

Vendedores en la esclusa de Esna, Egipto / Foto: Ana B. González Carballal

Vendedores en la esclusa de Esna, Egipto / Foto: Ana B. González Carballal

Yo estaba asombrada en la habitación, medio dormida y sin poder creerme lo que estaba viendo. ¿Cómo les pagan, cómo les dan el dinero? Se arriesgan a perder la mercancía si algún turista listillo se queda con la bolsa y no la vuelve a lanzar… Pero aquí, una vez más, hay que seguir la máxima del viaje por Egipto: confiar en el sistema. Está claro que el sistema confía en ti. Los barqueros acechaban a los cruceros y el ir y venir de bolsas cargadas de chilabas, pañuelos o camisetas era un no parar. El turista interesado regateaba y devolvía la bolsa con el dinero a los vendedores. Esta operación no era fácil del todo… más de una bolsa acaba en el agua del Nilo.

Todo un espectáculo que hace que el tiempo de espera para pasar la esclusa de Esna sea inolvidable ¡y no sólo por el paisaje!

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